De vagabundo a campeón
Todos los años, animales domésticos son abandonados, especialmente después de Navidad y en verano.
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"El no lo haría"
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“En tu funeral sólo tus verdaderos amigos se quedarán”, reza la publicidad de União Zoófila (organización portuguesa para la ayuda de animales abandonados y que lleva funcionando desde 1951)
Recuerda a la historia de Hachiko, un perro blanco de raza Akita que vivió en Japón y se hizo mundialmente famoso. Un profesor del departamento de Agricultura de la Universidad de Tokio lo adoptó... tenía dos meses, lo llevó a su hogar, cerca de la estación. Fue un dueño inmejorable y el perro lo adoraba. Hachiko no podía acompañar a su amo hasta la Universidad. Pero todas las mañanas salía con el profesor y caminaba junto a él hasta la estación. El perro observaba como su dueño compraba el billete y luego desaparecía entre la multitud que subía el tren. Hachiko esperaba en la plaza a su dueño que regresaba de su trabajo por la tarde. Así todos los días... tanto, que la imagen del profesor con su perro se volvió familiar en la estación Shibuya.
El 21 de mayo de 1925 el profesor sufrió una ataque cardíaco en la Universidad. Nunca regresó a casa. En la estación, el perro esperaba frente a la puerta. Hachiko siguió sentado allí. Esperó todos los días, todas las semanas, los meses, los años… Al perro los vecinos lo veían mirar cada hora de salida del tren. Buscaba entre las caras de la gente como si fuera a regresar el profesor. Le daba igual la lluvia, el calor, el viento, la nieve… Todos los días iba hasta la estación a esperarle. La lealtad demostrada por Hachiko tuvo un extraordinario efecto entre los japoneses pobladores de Shibuya... se transformó en un héroe.
En abril de 1934 los habitantes de Shibuya contrataron a Teru (Shou) Ando, un famoso escultor japonés, para que realizara una estatua en honor su amigo Hachiko. El escultor estuvo encantado de realizar ese trabajo y la estatua de bronce fue colocada frente a la estación, donde solía esperar Hachiko. Un año más tarde, el 7 de marzo de 1935 Hachiko falleció al pie de su propia estatua debido a su edad, pero eso no impidió que su historia y la estatua de Teru Ando se hicieran famosas por todo Japón.
Durante la guerra todas las estatuas fueron fundidas para la elaboración de armamento, la de Hachiko no escapó de esa suerte y lamentablemente el escultor fue asesinado. Pero los pobladores de Shibuya continuaban recordando a Hachiko y su mensaje de lealtad. Así fue como decidieron formar una Sociedad para reemplazar la escultura de Hachiko. Contraron al hijo de Teru Ando, Takeshi Ando, quién también era un excelente escultor. Hoy esta estatua de Hachiko está en medio de la plaza frente a la estación Shibuya. Podemos encontrar alrededor de ella fuentes, kioskos y personas sonrientes contándoles la historia de Hachiko a los más pequeños. El 8 de abril de cada año se conmemora a Hachiko en la plaza.
Los restos de Chuken Hachiko (en japonés el leal perro Hachiko) descansan junto a los de su amo el Dr. Eusaburo Ueno. En una esquina de la sepultura de su dueño en el Cementerio de Aoyama, Minmi-Aoyama, Minato-Ku, Tokio.
Durante la guerra todas las estatuas fueron fundidas para la elaboración de armamento, la de Hachiko no escapó de esa suerte y lamentablemente el escultor fue asesinado. Pero los pobladores de Shibuya continuaban recordando a Hachiko y su mensaje de lealtad. Así fue como decidieron formar una Sociedad para reemplazar la escultura de Hachiko. Contraron al hijo de Teru Ando, Takeshi Ando, quién también era un excelente escultor. Hoy esta estatua de Hachiko está en medio de la plaza frente a la estación Shibuya. Podemos encontrar alrededor de ella fuentes, kioskos y personas sonrientes contándoles la historia de Hachiko a los más pequeños. El 8 de abril de cada año se conmemora a Hachiko en la plaza.
Los restos de Chuken Hachiko (en japonés el leal perro Hachiko) descansan junto a los de su amo el Dr. Eusaburo Ueno. En una esquina de la sepultura de su dueño en el Cementerio de Aoyama, Minmi-Aoyama, Minato-Ku, Tokio.
Siempre podemos acoger a un animal huérfano!
Imposible no quererlos
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