Quina
Hay una tónica que, entre otras cosas es cien por cien natural y lleva un ingrediente muy especial, la genuina y auténtica quinina natural procedente de los originarios y auténticos árboles de la fiebre. Sus otros ingredientes son: azúcar de caña, ácido cítrico natural, agua mineral y ralladura de limón natural. Nada de conservantes, ni estabilizantes, ni acidulantes artificiales. l
La historia de la quinina y del árbol de la fiebre (Cinchona ledgeriana) es ancestral. Desde 1633 se tiene constancia de que ya se utilizaba la corteza de este árbol
para curar las fiebres y algunos males. ¿Cómo se descubrió? Fueron los indígenas de centroamérica desde hace más de 2000
años, quienes vieron que aplicando la corteza recién cortada sobre las heridas
de los suyos, estos mejoraban. La historia escrita
cuenta que la corteza la utilizaban los colonos españoles y al poco tiempo la orden jesuíta, llamándola el milagro de la curación o ‘cascarilla del Perú’. El método se universalizó y se empleó para paliar
las fiebres provocadas por una malaria de la condesa de Chinchón (esposa del virrey de Perú). Así llegó a Europa a través de España y luego a Inglaterra.
La quinina proviene de la corteza de esta planta que es verdad que es originaria del Perú, pero desde el siglo XIX la producción de este árbol se ha convertido en un verdadero problema para los ecosistemas peruanos,
y durante ese siglo los bosques fueron drásticamente reducidos. Así que
se decidió plantar su semilla en otras zonas del mundo con climas
parecidos, y resultó ser un éxito. El proceso
de su extracción es sencillo, de sus cortezas se extrae el sulfato de quinina, una sustancia que se extrae naturalmente lavando la corteza
de los árboles a los que se les desproviene de ella con el consiguiente
impacto ambiental.
Los comerciantes holandeses del siglo XVIII consiguieron semillas de contrabando y plantaron centenares de plantas en la antigua isla de Java (Indonesia) y la India. Uno de los botánicos precursores de este proyecto fue Carlos Ledger, que estudió la planta y se obcecó en cultivar quinas en muchos lugares del mundo para ver qué resultados se obtenían. Se sabe que en estos países orientales los años árboles crecieron fuertes y se acabaron convirtiendo en los mayores productores del mundo, pero estalló la segunda guerra mundial y gran parte de estos terrenos pasaron a manos japonesas y lo dejaron a un lado pues no les interesaba en absoluto. Se buscaron otras zonas del mundo: Ecuador, Brasil, Sudáfrica, Ruanda...
La empresa Fever-tree elegió Ruanda para su proyecto porque entre otras cosas posee árboles de la fiebre desde hace lustros, y la producción está muy asentada (gracias también al Sr Ledger). Además se ha conseguido rescatar de la última guerra
étnica sufrida por este país, una cosecha muy generosa y a lo largo de
todo el año. Esto ha propiciado la creación de empleos y la estabilidad
en una región deprimida, pero que por otro lado se está convirtiendo en
una de las zonas más turísticas de África.
El árbol de la fiebre es el padre de la quinina, cuyas propiedades conocemos bien ya de siglos atrás, desde el SXVII, cuando la condesa de Chinchón descubrió el uso que de ella hacían los incas; pero no fue en realidad hasta dos siglos después que los ingleses mezclaran la quinina con agua y azúcar para llevársela a la India y tratar así de prevenir allí, en su imperio creciente, la malaria, conocida como ‘la fiebre’.
Esa debió ser la primera tónica, de ahí que tenga algo de jarabe y también que a alguien se le haya ocurrido fever tree como nombre perfecto para bautizar la suya en 2012, que no es la primera tónica ni hará el primer gin tonic pero no por eso es menos deliciosa…
Descubierta la quinina por una española y convertida en tónica por los ingleses, fueron también ellos quien le dieron su toque de ginebra y popularizaron el gin tonic, un combinado tan british en su origen como el propio té.
Fue tal la conquista de los gustos que protagonizó el gin tonic colonial que los británicos no podían satisfacer la demanda, ni desarrollar el cultivo del árbol de la fiebre al por mayor, cosa que intentaron sin éxito con semillas de árbol de la fiebre de origen ecuatoriano; los holandeses estuvieron en cambio más vivos, e hicieron lo propio y con éxito con semillas de origen peruano que les facilitó Charles Ledger allá por 1721; eran las suyas semillas de la quinina buena, la que que descubriera nuestra castiza condesa…
Y desde entonces hasta ahora… más quinina en elaboraciones cuidadas con ingredientes escogidos para que elijas tonic y disfrutes del gin; aquí tienes una selección de las mejores, las que te hemos ido presentando con contando en loff.it.
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