Poeta del pueblo y de los campos, autodidacta, Miguel Hernández murió como consecuencia de su encarcelamiento durante la Guerra Civil, una tragedia para la literatura y la cultura españolas sólo comparable a la ejecución de Federico García Lorca.
De haber sobrevivido al tifus, el poeta, cuyos restos descansan junto a los de su mujer, Josefina Manresa, y su hijo en el cementerio de Alicante, cumpliría hoy 100 años.
Eso sí, su memoria pervive e incluso se revitaliza con los cientos de actos que la Fundación Cultural Miguel Hernández, el Ayuntamiento de Orihuela y otras entidades y organismos, entre ellos la Generalitat Valenciana han organizado para recordar la efeméride.
La Fundación Cultural Miguel Hernández presenta este lunes diversas publicaciones editadas en Cuba y España en torno a la figura del poeta oriolano con motivo del centenario de su nacimiento, entre las que figura la edición cubana de la biografía de Miguel Hernández a cargo del escritor alicantino José Luis Ferris.
De haber sobrevivido al tifus, el poeta, cuyos restos descansan junto a los de su mujer, Josefina Manresa, y su hijo en el cementerio de Alicante, cumpliría hoy 100 años.
Eso sí, su memoria pervive e incluso se revitaliza con los cientos de actos que la Fundación Cultural Miguel Hernández, el Ayuntamiento de Orihuela y otras entidades y organismos, entre ellos la Generalitat Valenciana han organizado para recordar la efeméride.
La Fundación Cultural Miguel Hernández presenta este lunes diversas publicaciones editadas en Cuba y España en torno a la figura del poeta oriolano con motivo del centenario de su nacimiento, entre las que figura la edición cubana de la biografía de Miguel Hernández a cargo del escritor alicantino José Luis Ferris.
(Fuente)
Para la libertad (Serrat)
Elegía a Ramón Sijé (Jarcha)
Elegía a Ramón Sijé
Palmera levantina
de Miguel Hernández
La palmera levantina,
la columna que camina.
La palmera... la palmera...
La palmera levantina,
la que otea la marina,
la mediterránea era.
la que atrapa la primera
ráfaga de primavera
la primera golondrina.
La que araña los luceros
y se ciñe los encajes
de las nubes a los zancos datileros.
La que brinda sol en grano al verderol.
La que se arroja de bruces contra el Sol.
El magnífico incensario
que se mece solitario.
La palmera... la palmera...
Al final de una colina,
contra azul extraordinario...
¡la palmera levantina!
La palmera lo primero
que vé el ojo marinero
de los mares de Levante.
La palmera la que encuna
al arcángel de la luna,
¡la palmera de Alicante!
Vedla, fina,
palpitar en el confín.
Vedla, presa, en la retina
de Azorín.
La palmera... la palmera...
Como manos compañeras,
al dejar mis anchos valles
y marchar de una mentira bella en pos,como manos,
desde fondos de horizontes y colinas
me dijeron las palmeras
levantinas,
"¡adiós!"
Hijo de la luz y de la sombra
Eres la noche, esposa: la noche en el instante
mayor de su potencia lunar y femenina.
Eres la medianoche: la sombra culminante
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.
Forjado por el día, mi corazón que quema
lleva su gran pisada de sol a donde quieres,
con un solar impulso, con una luz suprema,
cumbre de las mañanas y los atardeceres.
Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje
su avaricioso anhelo de imán y poderío.
Un astral sentimiento febril me sobrecoge,
incendia mi osamenta con un escalofrío.
El aire de la noche desordena tus pechos,
y desordena y vuelca los cuerpos con su choque.
Como una tempestad de enloquecidos lechos,
eclipsa las parejas, las hace un solo bloque.
La noche se ha encendido como una sorda hoguera
de llamas minerales y oscuras embestidas.
Y alrededor la sombra late como si fuera
las almas de los pozos y el vino difundidas.
Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente,
la visible ceguera puesta sobre quien ama;
ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente,
ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama.
La sombra pide, exige seres que se entrelacen,
besos que la constelen de relámpagos largos,
bocas embravecidas, batidas, que atenacen,
arrullos que hagan música de sus mudos letargos.
Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta,
tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida.
Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta,
con todo el firmamento, la tierra estremecida.
El hijo está en la sombra que acumula luceros,
amor, tuétano, luna, claras oscuridades.
Brota de sus perezas y de sus agujeros,
y de sus solitarias y apagadas ciudades.
El hijo está en la sombra: de la sombra ha surtido,
y a su origen infunden los astros una siembra,
un zumo lácteo, un flujo de cálido latido,
que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.
Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales,
tendiendo está la sombra su constelada umbría,
volcando las parejas y haciéndolas nupciales.
Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.
mayor de su potencia lunar y femenina.
Eres la medianoche: la sombra culminante
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.
Forjado por el día, mi corazón que quema
lleva su gran pisada de sol a donde quieres,
con un solar impulso, con una luz suprema,
cumbre de las mañanas y los atardeceres.
Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje
su avaricioso anhelo de imán y poderío.
Un astral sentimiento febril me sobrecoge,
incendia mi osamenta con un escalofrío.
El aire de la noche desordena tus pechos,
y desordena y vuelca los cuerpos con su choque.
Como una tempestad de enloquecidos lechos,
eclipsa las parejas, las hace un solo bloque.
La noche se ha encendido como una sorda hoguera
de llamas minerales y oscuras embestidas.
Y alrededor la sombra late como si fuera
las almas de los pozos y el vino difundidas.
Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente,
la visible ceguera puesta sobre quien ama;
ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente,
ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama.
La sombra pide, exige seres que se entrelacen,
besos que la constelen de relámpagos largos,
bocas embravecidas, batidas, que atenacen,
arrullos que hagan música de sus mudos letargos.
Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta,
tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida.
Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta,
con todo el firmamento, la tierra estremecida.
El hijo está en la sombra que acumula luceros,
amor, tuétano, luna, claras oscuridades.
Brota de sus perezas y de sus agujeros,
y de sus solitarias y apagadas ciudades.
El hijo está en la sombra: de la sombra ha surtido,
y a su origen infunden los astros una siembra,
un zumo lácteo, un flujo de cálido latido,
que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.
Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales,
tendiendo está la sombra su constelada umbría,
volcando las parejas y haciéndolas nupciales.
Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.
Homenaje de Serrat a Miguel Hernández
Enlázate
No hay comentarios:
Publicar un comentario