La maestra Victòria Subirana (Ripoll, Barcelona, 1959) comenzó en 1988 un viaje accidentado hacia Nepal, del que salió transformada en Vicky Sherpa, un nombre que en las laderas del Everest se asocia con los niños de las castas marginadas. Madam Vicky, como la llaman los nepalíes, construyó durante 12 años dos escuelas infantiles y dos para adultos, que atienden actualmente a 1.200 alumnos; encontró un gran amor en un matrimonio de conveniencia que le cambió el apellido y le permitió quedarse en Nepal. Superó todo tipo de dificultades (como ser violada por un inspector de policía) y descubrió
'que nadie tiene la verdad, por eso me dejo llevar por la vida con los ojos muy abiertos. Cuando no entiendo a alguien por mi mente intento comprenderlo desde el fondo de mi corazón'. Vicky Serpa en su libro "Una maestra en Katmandú", reconstruye sus vivencias en Nepal.
En él denuncia lo que Vicky Sherpa considera una
'mal entendida' solidaridad por parte de algunas ONG occidentales, que, según ella, confunden la solidaridad con la limosna.
'Estamos creando un concepto falso de la palabra cooperación y también un vínculo vicioso muy negativo entre el que envía las cosas y el que las recibe', escribe. Vicky Sherpa creó sus escuelas basándose en
'una ideología liberalizadora, que el niño sepa que se encuentra en una situación de opresión y que aprenda a crear recursos por él mismo para modificar su situación'.
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