Cuando una mujer como Mavis Staples se revuelve en sí misma, sobre el escenario, sumida en un éxtasis musical que nace del cruce de caminos del góspel y el R&B más genuinos, y gesticula sin parar con su poderosa garganta al mando, pasando del agudo al grave con pasmosa facilidad, pellizcando el alma con sus alaridos pletóricos, cuando sucede eso, simplemente, la vida durante ese instante se hace colosal. Bella, intensa, esplendorosa, la voz de esta cantante de Chicago consigue que la vida corriente se asocie con el arte primitivo del góspel y adquiera un punto místico, tan efímero como inolvidable.
Hay algo en el vozarrón de Mavis que motiva a los guitarristas, que se esfuerzan en prender fuego a su mecha. De hecho, ella misma se dio a conocer como cantante del grupo familiar, los Staple Singers, organizado por su padre, el guitarrista Roebuck Staples: "Papá tenía un sonido especial, hasta el mismo Elvis Presley me lo comentó. Sabía manejar muy bien el brazo del trémolo".
Ella viene de un medio social donde se distingue perfectamente entre la música de la iglesia y la música del demonio, que es la profana. Ninguna broma al respecto: en Misisipi, su abuela la castigaba físicamente si se atrevía a interpretar blues. Desde 1950, los Staple Singers -Roebuck y tres de sus hijas- se patearon el circuito religioso, aunque su trayectoria quedó marcada por el encuentro con Martin Luther King: "Papá se comprometió con el doctor King, aunque matizaba lo de la no violencia: siempre nos dijo que no nos dejáramos avasallar".
Alcanzaron velocidad de crucero a finales de los sesenta, cuando ficharon por el sello Stax. Temas incandescentes como Heavy makes you happy, Respect yourself o I'll take you there combinaban mensajes poderosos con ritmos concentrados. Llegaron al gran público. Fue también en Stax cuando Mavis empezó a grabar como solista. Para entonces, ya había convencido a su padre de eliminar las barreras entre el repertorio espiritual y el amoroso.
Mavis se emancipó, en estilo y en temática. Aunque no estaba preparada para la oferta de Prince, que quería ficharla para su sello, Paisley Park Records: "Yo no me imaginaba cantando esos temas tan explícitos de Prince. Como era tan tímido, yo le escribía a mano cartas muy largas donde le explicaba mi historia musical, mis sueños. Cuando me enseñó las canciones que me había preparado, comprendí que había entendido lo que yo quería: incorporó allí mis sentimientos".
Por edad e intensidad, Staples encajaba mal con el mercado pop. Pero sí era capaz de aportar sus inmensos poderes a discos conceptuales. En 1996 encarnó a la mítica Mahalia Jackson en Spirituals & gospel. También participó en That's what I say (2004), el saludo de John Scofield a Ray Charles. Ella cerraba Gotta serve somebody: the gospel songs of Bob Dylan, marcándose un dueto con el homenajeado, precedido por un diálogo jocoso: se supone que Mavis y Bob han tenido más que flirteos, aunque ella prefiere no comentar nada al respecto.
Las chanzas con Dylan desaparecieron en We'll never turn back (2007), una revisión del cancionero de la lucha de los derechos civiles, con la sobria dirección de Ry Cooder: "Algunos piensan que estas canciones han pasado de moda pero yo creo que recuerdan un tiempo en que hubo unidad de acción entre algunos negros y algunos blancos. La batalla se desarrolló en el Sur de los Estados Unidos pero nos olvidamos que el racismo podía ser más recalcitrante en las ciudades del norte".
Mavis Staples reside en Chicago, donde acude a la misma iglesia -Trinity United- que acogía a la familia Obama. No fue allí, sin embargo, donde encontró inspiración para su siguiente paso. Grabando un disco directo en el club Hideout, conectó con otro ilustre habitante de la ciudad: Jeff Tweedy, cabecilla del grupo Wilco. La fórmula de Tweedy ha resultado imbatible: temas escogidos del rock, el soul, el gospel y el blues, grabados con mimo, siempre evitando manierismos. "Yo necesito un productor capaz de sacar lo mejor de mí misma, cosas que ni yo misma sabía que tenía. Pero llevo sesenta años cantando, así que no me gusta perder el tiempo". Para pasmo de la propia Mavis, You are not alone conquistó el premio Grammy en una categoría que ella desconocía: la de Americana. "He sido candidata en otras ocasiones y me decía que no valía la pena enfadarse si no ganaba. Pero te da mucha energía cuando tus colegas te dicen que sí, que lo has hecho bien".
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