sábado, 30 de junio de 2012

El filósofo que hablaba como los animales

Apenas sabemos de la vida de Esopo, aparte de que nació en torno al siglo VI a.C., y que fue esclavo de un hombre llamado Jadmón (o Janto de Samos). Sus fábulas, reunidas por Demetrio en 300 a.C., nos dan una visión compleja y completa del comportamiento humano.

Uno de los acontecimientos más traumáticos de esta década, la guerra de Iraq, me recordó la hermosa parábola del lobo y el cordero: como Bush estaba decidido a invadir aquel país fuera como fuera, se buscó todos los pretextos posibles –armas de destrucción masiva, programa nuclear en desarrollo, vínculos con la organización terrorista Al Qaeda. Cuando Hans Blix, por parte de la Unmovic (Comisión de las Naciones Unidas de Vigilancia, Verificación e Inspección), y Mohamed ElBaradei, de la AIEA (Agencia Internacional de la Energía Atómica), afirmaron, en los tensos encuentros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que no había ningún indicio que pudiera dar pie a tales alegaciones, Bush decidió dar la espalda a las Naciones Unidas y seguir adelante con la invasión. Incluso ahora, cuando la búsqueda de tales armas de destrucción masiva no ha dado ningún resultado, Bush ha salido con una espacie de “pero quería fabricarlas, que viene a ser lo mismo.”

En la parábola de Esopo, el lobo observa al cordero y busca un pretexto para devorarlo. Lo acusa de estar contaminando el agua, a lo que el cordero responde: “¡pero si tú vives en la parte alta del río!”

“El año pasado atacaste a mis padres,” insiste el lobo, y el cordero le asegura que en aquella época él ni siquiera había nacido.

“Eres un maestro en el arte de convencer, pero todo eso no son más que excusas,” dijo una vez más el lobo, y finalmente mató a su presa. Es evidente que Saddam Hussein está lejos de ser un corderito, pero la metáfora sigue siendo válida: quien está decidido a hacer cualquier mal, encontrará siempre un argumento que lo justifique. A continuación, los animales hablan sobre el comportamiento del hombre:

1. Nunca pidas ayuda a quien está acostumbrado a hacer daño: el zorro saltaba un despeñadero, resbaló y se agarró a un espino para evitar la caída. Sintiendo cómo la sangre le manaba por las heridas de las patas, le recriminó: “te pedí ayuda, y me heriste.” “La culpa es tuya,” dijo el espino. “¿Acaso no sabes que yo nací para herir a todo el que se me acerque?”

2. Si no consigues lo que quieres, no culpes a los demás: el zorro se estaba muriendo de hambre cuando de pronto vio un racimo de uvas. Intentó alcanzarlo, pero cuando vio que todos sus intentos eran vanos, siguió su camino mientras se decía: “seguramente, esas uvas estaban verdes.”

3. Lo que hoy es lo ideal, mañana puede ser mortal: dos ranas que se morían de sed descubrieron un pozo lleno de agua. Estaban a punto de saltar al pozo cuando una previno a la otra: “querida hermana, tenemos sed porque la tierra está seca. Este pozo también se va a secar, y después de que nos hayamos bebido el agua, ¿cómo volveremos a la superficie?” En ese momento decidieron que más valía seguir sedientas que buscar una solución aparentemente fácil.

4. No dejes que tus victorias te impidan conocer tus límites: dijo el mosquito al león: “sé que tú eres más fuerte que yo, pero yo soy capaz de volverte loco.” Y durante todo el día, le estuvo picando en la nariz, dejando así en ridículo sus grandes garras y sus poderosos colmillos, que nada podían hacer para evitar el tormento. Contento por haber vencido al más poderoso de todos los animales, el mosquito salió de allí loco de ganas de contar su victoria, pero enseguida cayó atrapado y murió en una frágil tela de araña.

5. Más vale dejar que el mal se aparte de ti que intentar controlarlo: el león entró en la hacienda de un labrador, que inmediatamente cerró las puertas. Mientras iba a una hacienda vecina para pedir prestada una escopeta para matar al león, este devoró los carneros, mató algunos bueyes, y consiguió entrar en la casa. Al regresar, el labrador vio que su familia estaba amenazada de muerte, y decidió abrir las puertas de la hacienda para que el animal pudiese escapar. Y aún tuvo que oír la recriminación de su mujer: “¿por qué mantener cerca de ti cosas que no puedes dominar?”

6. Las luchas inútiles solo sirven para disfrute de los espectadores: un león y un jabalí llegaron al mismo tiempo a una laguna, y se pusieron a discutir sobre quién debía beber primero. Cuando se preparaban para librar una lucha a muerte, vieron que se acercaban buitres y hienas. Dijo el jabalí al león: “bebe tú primero, y yo beberé después. Prefiero tener el orgullo herido que servir de espectáculo a aquellos que viven de mirar, criticar y alimentarse de los valientes.”
Paulo Coelho 


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