miércoles, 24 de octubre de 2012

Primeras personas, Dick y Rick Hoyt




Esta es la vida de Dick Hoyt, un hombre que ha entregado todo para sacar adelante a su hijo discapacitado, a través de algo conocido como "Team Hoyt".



 
Dick Hoyt ha entregado su vida entera para que su hijo pueda vivir la suya propia. Hoy, Dick tiene 70 años, su hijo 50, y siguen luchando juntos. Fue en 1962 cuando Dick, junto con su esposa Judy, recibieron a su hijo Rick, pero las cosas no resultaron tan bien como en los otros embarazos, Rick venía con el cordón umbilical atorado en el cuello, lo que privó a su cerebro de recibir el oxígeno suficiente para funcionar correctamente. 
El resultado fue un diagnóstico desesperanzador, Rick era tetrapléjico y tenía parálisis cerebral espástica. No existía ni habría posibilidad alguna de que pudiera salir adelante, dijeron los doctores, por lo que era prácticamente imposible que viviera una vida "normal", sentenciaron.  Pero el diagnóstico no paró ni a Dick ni a Judy, quienes se dieron cuenta de que a pesar de que su hijo no podía ni caminar ni hablar, era muy astuto y seguía a todos y todo con los ojos. Eso los motivó aún más por forzar a la sociedad a ser inclusiva con su hijo. Lo inscribieron a clases deportivas e incluso a la escuela, donde pidieron a los directivos ver más allá de las limitaciones físicas de Rick. Como cualquier otro niño, Rick fue a clases de natación, aprendió a andar en trineo, el alfabeto y hasta algunas palabras básicas. En ese momento, sus padres sabían que tenían que buscar la forma de ayudar a su hijo a comunicarse por sí mismo.






Era 1972, cuando a través de la Universidad Tufts y cinco mil dólares, se construyó una computadora interactiva con un cursor que resalta las letras del alfabeto con sólo un movimiento, un toque que Rick da con la cabeza a un aparato que va unido a su silla de ruedas. Sus primeras palabras fueron "Id, Bruins!", refiriéndose a los Boston Bruins, quienes jugaban la Copa Stanley en ese momento.

Sólo había que ver más allá del físico, sus padres lo sabían. Rick, por su parte, había dejado claro que era amante de los deportes, así que continúo jugando hockey con los vecinos, en clases de natación y en la escuela; donde se entera que uno de sus compañeros, jugador de lacrosse, había quedado paralítico después de un accidente.

La noticia lo conmovió y le dijo a su padre que quería participar en la carrera benéfica a favor de su amigo. Tenía que correr alrededor de 8 kilómetros. Era 1977.


Dick Hoyt aceptó empujar a su hijo durante la competencia, aún consciente de no tener una gran condición. Se autodenominó "porker", respiró profundo y se puso a empujar a su hijo. Quedaron en penúltimo lugar, pero nunca se dieron por vencidos. Al llegar a casa, Rick le dijo a Dick: "Papá, cuando estoy corriendo, no me siento discapacitado".

Palabras suficientes para Dick, quien desde entonces se ha encargado de que su hijo tenga esa sensación lo más a menudo posible. De ahí nace el Team Hoyt.

Dick empezó a entrenar sin descanso para inscribirse a varios maratones a donde llevar a su hijo Rick. Juntos y a campo abierto, iniciaron lo que se convertiría en su vida entera, una carrera. Compitieron por primera vez en en el maratón de Boston en 1981.

Luego vinieron nuevos retos, pues alguien les sugirió participar en un triatlón. Dick no sabía nadar y hacía años que no tomaba una bicicleta, pero el amor a su hijo lo motivo para intentarlo. Ese amor los llevó a completar mil carreras, incluyendo maratones, duatlones y triatlones.


Dick carga a Rick, lo empuja para correr, lo lleva en la bicicleta y lo jala cuando nadan. Así llevan una enorme lista de logros y de recorrido por los Estados Unidos. Todo sólo para darle a Rick esa oportunidad de sentirse libre de su discapacidad.


Dick es fuerte y decido, además de atento con su hijo, pues ha roto todas las barreras, tanto mentales como físicas -hace unos años sufrió un leve ataque al corazón durante una carrera, pero se salvó por su gran estado físico-, para inspirar a más de uno, pero sobretodo a Rick, quien reconoce que su padre es un ejemplo a seguir, pues cuando se propone algo, lo logra.


Hoy, Dick y Rick descansan en sus respectivas casas, pero no están dispuestos a perder la batalla a pesar de la edad; mucho menos porque es gracias a ellos que se creó la Fundación Hoyt, que sin fines de lucro busca ayudar a construir autoestima, confianza y carácter individual en jóvenes que sufren de alguna discapacidad en los Estados Unidos.

Todo esto a través del mismo proceso que Rick siguió: la inclusión, la cual consiste en la penetración de manera general a todos los aspectos de la vida, no sólo familiares, sino también deportivos, escolares, laborales y de la comunidad. Asesoramiento y apoyo es algo que también ofrece la fundación para quienes quieren ser partícipes de la inclusión.



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