Por Haití, por cada haitiano y haitana... su situación personal y social requiere siempre, y hoy más que nunca, de nuestro compromiso, de nuestra mirada, de nuestra voz, de nuestras manos... de la JUSTICIA... ahora sólo cabe echar una mano, ayudar, rescatar, cuidar... , pero "mañana" deberemos preguntarnos por la causa de tanta pobreza y devastación... ya que "ayer" no supimos estar cerca, para denunciar, para construir, para evitar, para plantar... para colaborar. Este terrible terremoto ha hecho visible la dura, complicada, inhumana... y cotidiana realidad que viven las personas en Haití.
Este trágico suceso, hoy por causas naturales, es una llamada a la solidaridad, a la cooperación.
Hoy 14 de enero, he visto que entre las víctimas mortales del terremoto está el arzobispo de Haití.
Joseph Serge-Miot, 63 años
Fallece, en el terremoto de Haití, una misionera que luchaba contra la desnutrición infantil.
La reputada misionera brasileña Zilda Arns Neumman, fundadora y coordinadora de la Pastoral de la Infancia, caminaba por la calle en Puerto Príncipe en compañía de dos soldados brasileños en el momento en el que ha comenzado el terremoto,
Tenía 75 años, era pediatra de profesión y había viajado al país caribeño el pasado fin de semana para un encuentro misionero en el que se discutirían métodos de combatir la desnutrición infantil. Estaba alojada en la sede episcopal de Puerto Príncipe.
La Pastoral de la Infancia fue creada por el Episcopado brasileño en 1983 como un órgano de atención a menores de hasta seis años de edad de comunidades pobres, para promover el desarrollo integral de los niños.
La fundadora de la agrupación recibió numerosos premios por su labor social, entre ellos el premio de derechos humanos de las Naciones Unidas, concedido en 2002.
Estaba en Haití, caminando por la calle, cuando el terremoto le hizo cruzar el umbral de la Casa del Padre. Había ido a realizar una misión a favor de la Pastoral de la Infancia.
Horas antes había dado una conferencia a religiosos sobre las actividades que llevaba adelante. La Agencia Zenit la ha publicado. Sirve como testimonio de santidad laical y, sobre todo, como exámen de conciencia sobre lo que hacemos en concreto en nuestra realidad circundante.
"La construcción de la Paz empieza en el corazón de las personas y tiene su fundamento en el Amor, que tiene sus raíces en la gestación y en la primera infancia, y se transforma en Fraternidad y corresponsabilidad social.
La Paz es una conquista colectiva. Tiene lugar cuando impulsamos a las personas, cuando promovemos los valores culturales y éticos, las actitudes y prácticas de búsqueda del bien común, que aprendemos de nuestro Maestro Jesús: “Yo he venido para que todos tengan vida y la tengan en abundancia.” (Jn 10, 10) Se espera que los agentes sociales sigan, además las referencias éticas y morales de nuestra Iglesia, sean como Ella, maestra en orientar a las familias y comunidades, especialmente en el área de salud, educación y derechos humanos.
Basada en mi experiencia como médica pediatra y especialista en Salud Pública y en los muchos años de dirección de los servicios públicos de salud materno-infantil, comprendí que, además de mejorar la calidad de los servicios públicos y facilitarles a las madres e niños el acceso a ellos, lo que más falta les hacía a las madres pobres era el conocimiento y la solidaridad fraterna, para que pudieran poner en práctica algunas medidas básicas sencillas y capaces de salvar a sus hijos de la desnutrición y la muerte, como por ejemplo la educación alimentar y nutricional para las embarazadas y sus niños, la lactancia materna, las vacunas, el suero casero, el control nutricional, además de conocimientos sobre señales y síntomas de algunas enfermedades respiratorias y cómo prevenirlas.
Me vino a la mente entonces la metodología que utilizó Jesús para saciar el hambre de 5.000 hombres, sin contar a las mujeres y los niños. Era de noche y tenían hambre. Los discípulos le dijeron a Jesús que lo mejor era que se fueran a sus casas, pero Jesús les ordenó: “Denles de comer ustedes mismos”. El apóstol Felipe le dice a Jesús que no tenían dinero para comprar comida para tanta gente. Andrés, hermano de Simón, señaló a un niño que tenía dos peces y cinco panes. Y Jesús mandó que se sentaran en grupos de cincuenta a cien personas (en pequeñas comunidades). Entonces pensé: ¿Por qué mueren millones de niños mueren por motivos que se pueden fácilmente prevenir? O ¿cuál es la causa de que se vuelvan violentos y criminales en la adolescencia? Recordé el inicio de mi carrera, cuando me desafié a mí misma a querer disminuir la mortalidad infantil y la desnutrición. Venían a mi memoria miles de madres que cambiaban la leche materna por un biberón diluido en agua sucia".
Para todos los que viven desilusionados o desorientados, hoy, la santidad es tan posible como siempre. No hay que hacer grandes cosas, solamente lo que el Espíritu nos sugiere en la realidad concreta.
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